Portarse mal

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Barcelona

Apartamento de la escort	8
Duración	80 minutos
Precio	200€
Pecho	Natural
Fumadora	No
Besos	Besa con lengua
Francés	Sin hasta el final
Griego	No lo sé

Desde hacía tiempo quería cruzarme con Katy, pero hasta que no la tuve delante no entendí del todo lo que muchos cuentan de ella. Nada más abrirme la puerta, esa mezcla de sonrisa pícara y mirada oscura me dejó claro que iba a salir de allí con las piernas temblando. Vestía una faldita corta y un top ajustado que apenas escondían las curvas; en cuanto me abrazó para saludarme, su cuerpo pegado al mío hizo que “el amigo” reaccionara al instante.  

La charla inicial fue solo la excusa para alargar el juego: se acercaba, me rozaba el cuello con los labios, me susurraba al oído lo mucho que le apetecía “portarse mal” conmigo mientras sus manos viajaban cada vez más abajo. Cuando me indicó el camino de la ducha, me siguió con la mirada desde la cama, levantándose la ropa poco a poco hasta quedarse casi desnuda, dándome la mejor vista que he tenido mientras me enjabonaba. Salí ya a mil, y ella me recibió con un beso profundo, de esos que te dejan sin aire y con todas las ganas.  

En la cama se transforma en una auténtica fiera. Se coloca encima, dirige el ritmo, te provoca con gemidos suaves al oído y te pide más mientras sus caderas marcan el compás. Alterna momentos de dulzura, caricias lentas y besos por todo el cuerpo, con otros en los que se desata y te agarra con fuerza para no dejarte escapar. Sabe exactamente cómo usar la boca, la lengua y todo su cuerpo para llevarte al límite más de una vez, disfrutando ella tanto o más que tú.  

Entre un asalto y otro, la calma: cuerpos entrelazados, respiraciones aún agitadas, alguna confidencia y muchas sonrisas cómplices. Pero con Katherine el descanso nunca es completo; mientras hablas, sus dedos vuelven a buscarte, sus labios reaparecen en tu cuello y, casi sin darte cuenta, estás otra vez al borde de explotar. No mira el reloj, solo se preocupa de exprimir cada minuto hasta que no te queda ni una gota de energía.  

Salí del piso con la sensación de haber vivido una auténtica sesión de vicio elegante: una mujer guapa, divertida, implicada y terriblemente erótica, que disfruta del sexo y te lo contagia en cada gesto. Repetir no es una opción, es casi una necesidad.