MARTA MESTRES, Me han llamado del Tibet pidiendo explicaciones.

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Barcelona

Apartamento de la escort10
Duración180 minutos
Precio600
PechoNatural
FumadoraNo
BesosBesa con lengua
FrancésSin hasta el final
GriegoNo

Tan complacido quedé con mi primera cita con Marta, que a los 3 días ya le estaba pidiendo otra. Realicé unas ventas fraudulentas y me dije: “¿Qué vas a hacer con esta pasta?”, pues nada, cepillármela, así que, como soy un tío muy previsor, una semana antes ya tenía concertado el encuentro para el martes 27 a las 10:00h.

Me inventé una visita ficticia a un cliente imaginario en Barcelona, dejé el negocio en manos de un amiguete de confianza y salí cagando leches para la Ciudad Condal. Primero paré a repostar: “Buenos días, ¿te lo “yeno”? (es argentino el de la gasolinera) “Sí, “yeno”, echa ahí, sin conocimiento” y luego se empezó a enrollar con lo mal que está todo, el fútbol y no se qué… “ “Yena” ya, boludo, que haré tarde”, encima estábamos a 3ºC y tenía ya los pezones como escarpias. Arranqué chiscando ruedas y retomé el camino. Bajo una fina lluvia, decidido y contento, atravesé las nieblas de la Catalunya Central silbando la melodía de “Verano Azul”, sí yo tampoco sé por qué pero me levanté con esa musiquilla en la cabeza.

Todo iba según lo planeado hasta que llegué a Molins de Rei… “Pero… ¿de dónde cojones ha salido tanto coche?”. Ya no estoy acostumbrado a tráfico de tal magnitud, me he convertido en un pueblerino, y la retención fue hasta Barcelona. Me agobié un poco, no podía llegar tarde, la impaciencia podía más que mi ya conocido control samurai, de modo que cambié la radio por un buen CD de metal en el loro del carro (que decimos los de mi quinta) para relajarme.

Aún así, llegué a la hora, metí el coche en el parking y me dirigí a la dirección que Marta me indicó, esta vez habíamos quedado en su apartamento. Pasé del ascensor, “mu lento” pensé, y subí con rapidez las escaleras, ya estaba imaginándome acurrucado en sus curvas peligrosas. Me recibió con un vestido ceñido, marcando ese cuerpo pecaminoso que tiene, irresistible, rubia peligrosa…“JODER!!!” esta vez lo pensé, no lo dije. Un beso de bienvenida y sin apenas darme cuenta ya me tenía en el sofá presa de sus encantos. Si esta chica hubiera sido sirena en la antigua Grecia, Ulises hubiera palmado y empalmado, os lo digo yo. Todo lo tiene bien puesto y terso. Estuvimos un ratito besándonos y acariciándonos, Marta es mi debilidad, me he convertido en su yonki, la temperatura subió con facilidad, es mi Infierno preferido y en él me quemaría de manera permanente.

Era el momento idóneo para una ducha, ducha a 38ºC, calentita, que no decaiga el asunto: “venga Manolo, que te enjabono”.- le dije. “Pero si me has lavabo hace tres horas”.- replicó el muy rebelde; me dejó solo unos instantes para que me aseara y luego apareció ella completamente desnuda con aquellos impresionantes pechos diseñados por la naturaleza para que te pierdas en ellos. Jabón por aquí, jabón por allá, mano ahí, mano así… yo todavía estaba a medio aclarar mi orejas y cuello estaban llenas de gel La Toja pero a ella le dió igual y a mi también. ¡Ah!, como se deslizaban mis manos por sus senos con la espuma, que gozada. Y entonces se arrodilló… “¡NO! Torquemada era más clemente”… sí, esa boca es el túnel de las delicias. Encontré una barra en la pared, tuve que agarrame a ella para no caerme, pero no era suficiente y los platos de ducha de porcelana deslizan cosa mala. Cual mono intenté clavar los dedos de los pies en aquella superficie resbaladiza y era imposible; aquella boca malvada me estaba haciendo temblar y no podía remediarlo. Por fin pude encajar , no sé cómo, mis dedos simiescos en el desagüe del aquel maldito plato y entonces disfruté plenamente de aquella mamada; me hubiera corrido a los pocos segundos, pero utilizé la vieja técnica de los Atlantes… Sí, lo sé, una antepasada de Marta hundió la Atlántida y a mi también me tenía tocado y hundido, por eso pedí perdón y se apiadó de mi. De mutuo acuerdo decidimos que la cama era más cómoda. Nos secamos y para el centro de operaciones especiales.

Me preguntó si quería un masaje, a lo que no me negué, me gusta que me manoseen. Pues nada, masaje espléndido, relajante y sensual, con mucho cuidado porque soy un medio tullido (eso es otra historia que otro día os contaré). Pero es imposible estar boca abajo cuando encima de ti hay una mujer como Marta, con su fina piel rozando tu cuerpo y notando como, de vez en cuando, sus pezones te recorren la espalda. Me di la vuelta desesperado y ella entró en combate de nuevo. Creo, perdonad la memoria, que su boca volvió a darle asilo a mi miembro, pero estoy confuso, ya no sé si fui yo primero, o el 69 después… es igual, su flujo de vida me empapó la perilla, desayuné como nunca. Mucho mejor que la vez anterior, ya no pidió que parase, ahí le he pillado el truquillo y ya sé cuando parar para luego seguir ¿o no?, iluso de mi.

“Horror, la hora de la gomita!!!”, esta vez Manolo se comportó, no del todo, pero bien. Ella encima yo debajo, alternando movimientos arriba-abajo adelante-atrás, luego a 20 uñas, después ella debajo yo encima, me recreé estrellándome contra ella. Sin embargo, Marta me tenía dominado, era un pelele en sus manos, estaba ganando la batalla con diferencia y me rendí nuevamente. Acabamos con un francés natural, bueno, natural como Marta, impresionante. Me limpió con unas toallitas, que gustito, sólo me faltaba hacer “gu-gú” y se estiró a mi lado.

De fondo la música romántica, la luz de las velas, mi cara de tonto, su cuerpo cálido, su voz hermosa, ¿qué más puede pedir un homo neanderthalensis como yo?. Hablamos un buen rato, de muchas cosas, algunas de risas otras no tanto, ya os dije que es una muy buena tertuliana. Una vez descansados, volvimos al sofá, ella trajo una botella de cava fresquito y echamo una copa, bueno, yo dos. Y sin querer, volvimos a la carga. Es que me resulta imposible evitar tocarla y sentirla cuando la tengo ante mi. No voy a cansaros con más detalles, lo cierto es que pegué dos tiros y eso es algo bastante inusual en mi; lo que me lleva a la conclusión de que esta señorita me excita sobremanera y me produce sensaciones que tenía aletargadas.

Finalmente, llegó la hora de la despedida, todo lo bueno se acaba. Nos dimos un beso cariñoso y me fui. Mientras conducía regresó aquella extraña sensación de vacío que olvidaba con el sabor que había dejado Marta en mis labios. Tal era el apollardamiento que llevaba encima que al rato de conducir mi cerebro me envió una señal: “CAMPING”… “¿Camping?... ¿qué camping?”… Joder, me había pasado la salida. “¿Qué coño hago yo en Castefa?”… La cuestión es que regresé al trabajo sano y salvo, relajado, contento, pletórico, idiota perdido, etc, etc…

Los Mayas la cagaron, es imposible que el mundo acabe el dia 21 si hay mujeres como Marta en él.