Una mañana de Agosto, un tren destino Barcelona, aún se notan las vacaciones y el sueño inunda el vagón. Paradas en todas las estaciones y apeaderos.... lo de cada mañana.
Otra parada, pero algo despierta en mi. Al llegar al andén una figura delgada y morena llama mi atención. No es nada espectacular pero algo hace que la mire detenidamente. Ella se da cuenta y la pierdo mientras el tren para en la estación.
Segundo después se sienta frente a mi. Morena, de pelo largo ondulado, recogido en forma de coleta que deja al descubierto un cuello delicado y sensual. Ojos negros de azabache y un cuerpo cuidado por el gimnasio....(lleva una bolsa de un conocido gym....). Pechos pequeños pero firmes se muestran bajo un vestido que se ajusta perfectamente a su delgado cuerpo.
Sube la bolsa al portaequipajes dejando frente a mi, a escasos centímetros de mi cara, su abdomen llevando a mi imaginación a la exploración de su cuerpo. Un olor delicado entra por mis sentidos despertando mi instinto más animal.
Ella se siente observada pero, le gusta, lo provoca, lanza sus armas más letales a todos aquellos que como yo ven su figura desde sus privilegiados lugares.
Se acomoda dejando a su lado un bolso que combina con su vestido y un gran libro, “La catedral del Mar”...
Pierde su vista en el paisaje que muestra el cálido mar a la derecha, donde los rayos de sol reflejan el nuevo día. La observo de forma distraída mientras simulo leer mi libro, ella se da cuenta pero sólo se limita a reflejar su mirada en las ventanas del tren.
De repende, pero de forma natural cruza las piernas para acomodarse en el asiento, dejando ver unas cuidadas piernas tostadas por el sol. La miro, lo siente, pero permite que siga dejando libre mi imaginación, dejando su muslo descubierto.
Yo sigo intentando recoger el filo del capítulo de mi libro, pero es demasiado tarde.... su mirada me pierde, su cuerpo se convierte en mi obsesión, su compostura me atrapa... he caído a sus encantos igual sirena cantaba los marineros en la antigua Grecia.
Sólo tengo ojos para ella y sus interminables piernas. Vuelve a cruzar las piernas pero esta vez consigo ver más allá de sus muslos. Un minúsculo tanga de color blanco insinúa el paraíso que esconde entre sus piernas. Las deja semiabiertas, separadas dejando que mi imaginación vague en los mundos de los relatos eróticos, de aquellas hazañas que sólo podía ver en la imaginación de escritores anónimos y de mentes eróticas que no podía más que soñar...
Ella sigue manteniendo la mirada en perdida en el mar, pero llegan los túneles, el paisaje se oscure, y la luz del vagón se apaga. El roce de sus pies me sobresalta, uno sus cuidados pies se acercan a mi pierna, la tocan tímidamente, lo separa. Mi instinto hace que retroceda, que me esconda cerca de mi asiento, pero ella insiste, su pie vuelve a buscarme y me encuentra. La luz sigue apagada sólo los pilotos de emergencia dan una leve luminosidad al vagón, pero no importa, esos segundo se hicieron eternos, como un sueño del que no quieres despertar, pero el final del tunel me devuelve a la realidad. Su pie se aleja, evita el contacto... pero sigue ahí, cerca, invitándome a la provocación, al dejarme llevar por el instinto más básico, el instinto animal. Pero una duda invade mi conciencia, la lujuria se vuelve autocontrol, el deseo en pecado y su mirada en la de la Inquisición. Dudo, me escondo en mi libro, bajo mi mirada que se pierde de nuevo en sus piernas. Lo siente, lo nota, lo vive, de nuevo cruza sus piernas dejando entrever su paraíso cubierto por un manto blanco, por el mismo manto blanco que quisiera quitar ahí mismo, dejando que mi conciencia se ocultara de nuevo en los sueños de mi día a día de mi rutina diaria, y dejara libre el instinto natural.
Ella ve mi duda, mi excitación y disfruta ejecutando sus movimientos a la perfección. Sabe que mis miradas furtivas son para ella, que mi lujuria sólo se apagara cuando logre perderla de vista, cuando ya no alimente mi imaginación, pero ella no quiere, disfruta atizando ese fuego que despierta en mi. De repente un fino chorro de voz hace que deje de mirar aquellas interminables piernas y me fije en sus ojos. Me habla, intenta dejar atrás sus movimientos para conectar conmigo de forma natural, con el simple susurro de su vos.
-Puedes vigilarme mis cosas que voy al lavabo?.
-Por supuesto, no te preocupes.
No soy capaz de articular nada más. Su voz me encandila, su mirada me petrifica y su cuerpo me llama... pero nada más lejos de mi imaginación. Se levanta y de dirige al fondo del vagón. Sólo ella aparece en la distancia, cerca del lavabo inmundo del vagón. Los asientos vacíos delatan que casi estamos solos en el vagón que las estaciones se han ido sucediendo y que no me había dado cuenta. Mi abstracción era total, la sirena me había cautivado con sus cantos.
Al cabo de pocos minutos vuelve. Me agradece que haya cuidado de sus cosas, así como agradezco su confianza, y para mis adentros el fabuloso viaje que me ha regalado.
La miro a los ojos, brillan, pero sus pezones ahora erguidos bajo el vestido llaman mi atención. Sus cantos vuelven a abstraerme del mundo real, su cuerpo me llama, se contornea vuelve a cruzar sus piernas para acomodarse, pero ahora nada cubre su paraíso. El fino manto blanco ha desaparecido, un delicado vello negro emerge en la profundidad de sus muslos. Me muestra el camino, el ansiado sueño, el licor de los Dioses está allí, como en mi libro, donde los cruzados buscan el santo tesoro.
Ella sonríe, ha visto la expresión de mis ojos, el paso de la sorpresa a la excitación más salvaje. Me domina y le gusta, como a mí. Me dejo llevar, ya no hay vuelta atrás, mi excitación empieza ha notarse en mi cuerpo. Dejo mi libro sobre mis piernas, me cubro, no quiero que se percate de lo evidente... pero es demasiado tarde, ella sabe que he caído en sus redes.
Su dulce voz, vuelve a despertarme:
- Aquí hace mucho frío. El aire está muy fuerte no?.
- Sí...
Sólo puedo articular.
- Podemos ir cerca del lavabo que no está tan fuerte no?.
- Claro, ... respondo.
Sin pensarlo me levanto y la sigo....
Nos sentamos frente al lavabo, los asientos más mugrientos que hay en un vagón de cercanías, pero para mi son el paraíso.
Se sienta frente a mi. Sigue su ritual, me mira a los ojos, sabe que me tiene pero quiere volver a ver mi mirada perdida. Sus piernas vuelven a cruzarse para mostrarme su secreto. Lo admiro, deja que pueda ver su sonrisa vertical, que pueda apreciar su forma definida y su vello recortado magistralmente. Me tortura, me incita a la locura, a poder poseerla allí mismo, en un vagón de tren. Pero no me atrevo. Ella lo ve, sabe de mis dudas, de mis arrebatos de consciencia, de mi inseguridad. También sabe como romperla, hacer añicos el escudo de mi autocontrol.
Su pie, ahora desnudo, sube por mi pierna, arrastrando mi pantalón. El contacto es cálido, excitante. Sigue subiendo sin miedo, segura de si misma. Yo no puedo moverme me dejo hipnotizar por sus movimientos, estoy indefenso....
Su pie sigue su camino implacable, llega a mi rodilla, el libro cubre mi total excitación. Mis finos pantalones no pueden evitar mostrar el perfil del grado de mi excitación. Ella disfruta, quiere notar esa excitación en su piel. Su píe tímidamente alcanza su objetivo y logra tocar mi miembro excitado. Lo toca, se recrea, cierra los ojos y se deja llevar. Yo no puedo contenerme y cojo su pierna por la pantorrilla, subo rápidamente mi mano hasta su muslo sintiendo su suave piel, cálida, excitada...
Mis dedos se acercan al paraíso desde el que me llegaban sus cantos de sirena. Lo alcanzo, siento su vello recortado y la suave piel que rodea su paraíso. Alcanzo a separar sus labios carnosos, y una humedad caliente me da la bienvenida. Un ligero gemido sale de su boca. Me mira, ríe disfruta como lo hago yo. Cierra sus piernas y mi mano queda presa de su presión. Su excitación es húmeda, cálida, me atrae, pero me asusta. Intento sacar mis dedos de su cueva, lo que ella me permite. Su píe ya en el suela ha abandonado su persecución. Mi excitación no tiene control. Un nuevo tunel, llama mi atención, la oscuridad vuelve a apoderarse del vagón. Un cierto desconcierto me invade, pero lejos de notar el contacto de su mano en mi mano. De repente su mano tira fuertemente de la mía. Me dejo llevar, sigue haciendo conmigo lo que quiere. Soy su esclavo, su marinero griego.....
Una puerta se cierra tras de mí. Ella deja mi mano y me regala un apasionado beso. Su lengua busca rápidamente la mía, su humedad acoge mi lengua que cobra vida propia. Busco cada uno de los rincones que me deja alcanzar. Mientras ella busca mi miembro con su mano. Lo tiene, lo acaricia, busca toda su longitud, admira su volumen. Pero no tiene bastante, necesita sentir el calor que despendre, su olor natural. Consigue alcanzar el cierre de mis pantalones y dejar libre el cetro de su consolación. Rápidamente deja de besarme y se arrodilla frente a mi. Sólo tengo tiempo de notar el calor de su boca en mi erecto pene. Lo disfruta, lo mima, lo recorre suavemente con su lengua. Cada uno de sus movimientos lubrica cada una de las zonas que visita. Su saliva es cálida, y mi excitación incontrolable. Todo sigue oscuro, pero sólo se que por fin estoy sólo con mi sirena, disfrutando de los placeres que el mar me ha brindado en este viaje.
Mis manos cogen suavemente su cabeza levantándola, haciendo que nuevamente se ponga a mi altura. Veo sus ojos desorbitados, mi excitación ahora está en ella. Ya no me domina el placer nos domina a ambos. Lentamente le levanto el fino vestido que cubre su cuerpo, dejando sus atributos a mi merced. Sus duros pezones me llaman, y mi boca no lo desperdicia. Ella suspira profundamente. Sigo disfrutando de su cuerpo, dejo sus pechos para bajar lentamente hasta su sexo. Lo encuentro, dulce cálido, mojado. Lentamente lo acaricio con mi lengua, que va abriéndose paso entre los labios que vigilan su guarida. Cada vez más los flujos de su pasión van dándome la bienvenida a mi músculo. Ella se contornea y coloca una de sus dulces piernas en mi hombro, dejando que pueda disfruta plenamente de ella. No puedo para de degustar la bebida de los dioses, me absorbe, me embriaga, es el maná que nos envían....
Ella me pide que la penetre, que le de por fin el cetro de su placer. Me levanto y suavemente consigo que mi miembro se introduzca suavemente entre sus labios. Las embestidas son coordinadas como el nadar de los bancos de peces. Suaves, concisos, naturales....
Ella se agarra a mi a cabeza mientras yo sujeto sus caderas. Su culo rebota en mis abdomen, sintiendo los músculos que trabajan en el suave vaivén. El ritmo se acelera y no puedo resistir más la presa que ejercen sus músculos en mi miembro. El final llega, ella lo nota, lo sabe me domina de nuevo. Dejo de sentir los músculos apresando mi sexo, se da la vuelta rápidamente y se lo introduce en su boca. No puedo resistir más de dos envites. Mi excitación llueve sobre su boca, que no retira. El final se alarga más de lo normal, pero su boca no se separa hasta que mi miembro deja de tener la dureza inicial.
Mi sirena se levanta sonríe y una vez libre del licor que he vertido sobre ella, me besa.
No mas palabras. No más besos. Sólo espera a arreglarse su vestido y a que yo termine de colocarme mi maltrecho traje.
Me mira fijamente, me besa y abre la puerta del lavabo del vagón.
Nuestras pertenencias seguían en el mismo lugar donde los dejamos. Mi libro en el suelo y mi estación en 5 minutos.
Nos sentamos, nos miramos y dejamos que nuestras miradas se volvieran de nuevo reales.
Se levantó, cogió su bolsa y dejó escapar del fondo de su cantar, lo siguiente:
- “Mañana volveré, pero quizá no vuelva a cantar. Tú seguirás a tu sirena?.
- “ Por supuesto”
Y se alejó.
Mañana espero volver a sentir su canto, pero si no lo siento por lo menos veré la representación humana de una sirena.