Paseando por la provincia de Soria, encontré una cruz metálica plantada en un terreno. Jamás he sido especialmente practicante en asuntos religiosos, pero ante la suposición de estar en los alrededores de una tumba y pensar que podría estar pisándola si. Ser yo consciente, mostré mi respeto santiguándome. Un vecino del lugar se abalanzó sobre mí mostrándose furioso y exclamandome: Lo que faltaba por ver, adorando al diablo!!!!

Le expliqué que yo era forastero, pero que nunca pensé que una Cruz, símbolo sagrado del cristianismo, pudiera representar al ángel caído. Esa cruz fue forjada en honor al diablo después que éste cumpliera con un pacto con una persona de este pueblo, por eso está aquí, esta era su tierra, y esta su historia.

Francisco era un campesino más, trabajaba sus tierras y era amable con sus vecinos, pero el amor siempre le fue esquivo. La belleza interior de Francisco siempre fue oculta por su estética.
Siempre estuvo enamorado de Sara, una morena de ojos marrones, la cual le ignoraba, siendo esa una constante en su vida, ya que ninguna moza del lugar se molestó en conocer a Francisco.

Bordeando los cuarenta y al borde de la locura cuentan que Francisco, cansado de rezar a su Dios, invocó al Diablo para que si éste fuera capaz de embrujar a Sara, Francisco le mostraría respeto eterno.

El Diablo exigió que con la armadura de sus antepasados que presidía su casa, se fundiera en una cruz objeto de culto hacia el ángel caído, y simbolizar así la ruptura de lo terrenal y lo sobrenatural.

Una noche después se presentó Sara en su casa, Francisco la invitó a pasar y sirvió sendos vinos. Sentados en un viejo sofá Francisco pudo saborear los labios de Sara, eran unos labios finos, de sabor embriagador. Sus bocas dejaron paso a sus lenguas las cuales se movían frenéticas en una lucha sin cuartel. Las manos de Sara, mucho más hábiles, desabrocharon la camisa De Francisco dejando libre su pecho, bajo sus labios hacia su cuello y de allá a su pecho. Nuestro protagonista no se había visto en una igual, así que torpemente quito la camiseta a Sara dejando libre su pecho. Se abalanzó sobre él cuál niño pequeño al pezon de su madre, estaba preso de una excitacion desconocida, no sabía cómo actuar.

Sara más experimentada se deshizo de los pantalones y poco a poco empezó a saborear ese miembro erecto que no había conocido mujer, las succiones eran cada vez más fuertes y los movimientos más profundos, nuestro amigo experimentó un placer tan extremo que llegó al orgasmo dentro de la boca de ella. Sara hizo lo imposible por no separarse pero fue tal el caudal de su extasis que tuvo que separarse para no ahogarse.

Francisco no se detuvo ahí y preso de la pasión olvido sus “suaves modales” y arrancó la falda y la ropa interior de nuestra amiga. La cogió a horcajadas y se la llevó sobre la mesa donde la tumbó, inundándola a besos por todo su cuerpo, hasta que el aroma del sexo femenino le embriagó. Acercó su rostro a la entrepierna de Sara y fue besando y lamiendo esa suave zona, ese olor le cautivaba, su sabor le nublaba el entendimiento y los gemidos de Sara le sobreexcitaban. Los labios vaginales segregaban jugo abundantemente que Francisco no se cansaba de degustar, el chillido de Sara acompañando a su orgasmo asusto al hombre el cual se separó de aquel manjar que no paraba de chorrear flujos.

Entonces fue Sara la que tomó la iniciativa tumbando a Francisco en su lecho, montándose a horcajadas sobre el. Su vigoroso miembro volvía a estar duro, caliente, palpitante. Sara se introdujo la cabeza púrpura de ese miembro. Esa sensación de placer al presionar con el glande hasta que los labios vaginales ceden, unido al placer que genera la humedad y el calor envolviendo todo su miembro, bastaron para Francisco sintiera una necesidad imperiosa por penetrar, por empujar cada vez con más ímpetu, por querer embestirla hasta sentirla completamente en su interior, abriéndose paso, oleadas de placer puro hasta que Francisco no pudo aguantarlo más, y con cinco fuertes embestidas reventó en el interior de Sara. Ella cayó exhausta sobre el pecho De Francisco que le acariciaba el pelo, se miraron a los ojos y entonces fue cuando Francisco entendió que el diablo había cumplido. Los ojos de Sara eran ahora verdes!!!!!

Jamás pisaron la iglesia para sellar esa unión, el sexto día del sexto mes a las seis de la tarde nacía Julián, hijo De Francisco y Sara. También con ojos verdes.

Toda la familia desde esa generación rinden culto solo a esa cruz. Y todos en el pueblo saben que esa es La Cruz del Diablo