Hemos quedado. Para asegurarme no tener que ir con prisas le llamo y le digo que tardaré ½ horita en llegar, hay una buena caminata hasta allí.
Cojo la calle principal y conforme me voy acercando veo la parada de taxi. Abro el bolso y miro el monedero...uf, menos mal, ¡llevo dinero!. Ná, a coger un taxi que hoy hace mucha calor en Figueres.
Me acerco al primer taxi de la fila y lo veo allí de pie, apoyado en el coche hablando con dos compañeros del gremio. Ummm, no sé... ¡está bueno!. Le digo: - Disculpa, ¿me puedes llevar a la calle.......?.- Me mira mientras afirma: -Si claro, ¡como no!.-
Me subo en el asiento de atrás y le digo que siento haberle cortado la conversación con sus compañeros. Mira por el retrovisor y me dice: - ¡Prefiero estar hablando contigo!-.
¡Qué cabrón!, ya me has puesto... Uffffff.
Arranca y conforme va saliendo del parking le pregunto si el sitio X está en la Calle X por lo que deduce que no llevo mucho tiempo en Girona. Típica pregunta: -¿Has quedado con el novio?. Jaja, NO. - ¿Con el amante?. No. -¿Ni amante ni novio?. No, es un amigo, un conocido. Pues vaya, me dice... ¿no tienes rolletes?. Me rio, no hemos recorrido ni 200 metros que ya estamos haciendo un pacto para contarnos intimidades y que no salga de ahí...
-¿Te gusta el mucho el sexo verdad?...Jajaja, ¡que pasa!,¿¿lo tengo escrito en la frente con luces de neon??
Le digo que no tengo pareja, que estoy muy bien así y que tengo mis líos, me cuenta que no es soltero (lo sabía ) y de repente se para. Se gira y me dice: ¡Qué buena estas!.
Me dice, por favor, siéntate delante. Yo me llamo Mario, ¿y tú?. Pasamos directamente al morreo. Me toca los pechos y suspira.
En ese momento me recuerda mi “cita”.
A mi cita le he dado ½ hora y aún no han pasado ni 15 minutos. Le digo al taxista que siga su ruta. Ya no para de mirarme, 50 metros más y nos empezamos a tocar por encima del pantalón. Me dice:- ¿No tienes 5 minutos para mi?. No, tengo 15 minutos, osea que busca un sitio tranquilo que te vas a enterar.
Se pone nervioso, suda, es un día con mucho sol y nos podría ver cualquiera. Buscamos un aparcamiento y allí, deja el coche en marcha, le desabrocho completamente el pantalón y empieza mi homenaje. ¡Qúe ganas le tenía!.
Se retuerce en el asiento mientras me dice con la voz entrecortada que qué le estoy haciendo... No le queda mucho y espero impaciente ese momento.
Se contrae. Noto el calor y profundizo. Suspira. Me separo y me relamo.
Con una sonrisa de oreja a oreja arranca el coche, bromeamos.
Me acerca con el taxi al lugar donde me dirigía antes de empezar con todo este trajín. Me pide el tlf., nos besamos y quedamos en repetirlo.
Ya no será igual, me digo. ¡Qué morbazo!
¿Qué me pasa con los taXistaX?