Nancy - El tiempo de una canción

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Andros
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por Andros
Barcelona

Apartamento de la escort10
Duración121 minutos
Precio300
PechoNatural
FumadoraNo lo sé
BesosBesa con lengua
FrancésSin
GriegoNo lo sé

Cuántas veces deseé volver a verla tras nuestro primer encuentro! He cambiado seguramente desde aquel lejano pasado, en uno de mis primeras citas galantes. Mido la distancia de lo vivido entre aquel encuentro, hace ya seis meses, y la plenitud del presente.

 

En ese presente hemos vivido con intensidad y “nos amamos el tiempo de una canción”. Quizás alguien haya podido sentir alguna vez esa sensación de suspensión temporal en la que nada importa y el sexo te lleva más allá de las nubes. Si es así me entenderán.

 

Puede que haya habido experiencias más extremas, más mediatizadas por el sentimiento, sexo más salvaje. Puede que sea así, pero evoco ahora ese instante y me emociono al revivir ese sexo perfecto, quizás, quizás, uno de las mejores relaciones de mi vida.

AUSENCIAS

 

Soy un sinvergüenza, un bandarra rondador de mil ventanas, un impenitente explorador de camas ajenas… una mala persona, en suma.

 

Vale, lo admito sin rubor. Ya soy mayorcito.

 

Pero con Nancy sí es cierto que la busqué sin cesar tras nuestro encuentro pasado, que pensé haberla perdido y que me alegré como un chaval cuando me dijeron que volvía a Barcelona.

 

Hablamos como dos buenos amigos y quedamos en vernos en cuanto pudiéramos cuadrar agendas. Pronto fijamos día y hora, con antelación como para las citas importantes, y mantuvimos la tensión del encuentro.

 

Al llegar al pie de su piso, a la hora exacta, me volvió a decir aquello de :

 

-Ven. Te estoy esperando a ti y tengo ganas de verte.

 

Que ya sé que es una tontería y que uno no debería sorprenderse, pero ella es absolutamente considerada y puntual, una auténtica reina.

 

Y si hace meses me quedé de piedra al ver sus ojos, aquí me quedé de pasta de boniato (que es más de temporada de panellets).

 

Conversamos, estamos contentos de volver a vernos, nos contamos nuestra vida y obras, tomamos una copita… Recuperamos la ausencia, en suma.

 

 

JUEGOS DE AGUA

 

El agua nos purifica, nos atempera, nos enfría y nos deja tranquilizados…

 

Pero ¿alguien se lo puede creer? Dios mío, me excito como un mozuelo, acariciamos, besamos, comprobamos que los cuerpos enjabonados deslizan entre sí. Hala, salimos de la ducha que, si nos ponemos al lío, nos clavamos el grifo del agua caliente y no es plan.

 

Nos secamos, colocamos una sábana carmesí sobre la cama y… pasa lo que tenía que pasar.

 

EL SEXO PERFECTO

 

-Ma belle, tu va voir le loup.

-Montre-moi le loup que j’ai peur.

 

Nos besamos de rodillas frente a frente y nos encendemos. Las manos corren sobre el cuerpo buscando algo que aferrar o acariciar.

 

Mi boca busca su pecho y Nancy suspira, porque siente un escalofrío que recorre todo su ser. Entonces se deja caer sobre la espalda y mi boca recorre todo su cuerpo, desde la punta de los pies hasta el hueco de su pelo en la nuca.

 

Cuando me detengo en su vientre, siento su excitación, pero contengo mi deseo de sumergirme en su sexo. Provoco sus ingles, sus muslos y sus caderas. Le hago ansiar mis besos hasta que realmente los desea.

 

Entonces me detengo suavemente es su sexo y degusto el sabor del mar. Tiembla, se retuerce con el primer contacto de mi lengua e interpreto que soy brusco. Pero no, me equivoco, pide más, busca acercarse más aún.

 

Lentamente acaricio, beso, aspiro, siento su lucha y su búsqueda. Y finalmente, llega la liberación absoluta y brutal. Se entrega al placer sin medida y se retuerce con espasmos que tardan en cesar.

 

Estoy quieto; ella también. No puedo tocarla. Su hipersensibilidad me emociona. Entonces apoyo mi cabeza en su muslo y la miro en paz. Después nos abrazamos y siento que va volviendo poco a poco a la realidad.

 

-Ahora te toca a ti-me dice

-No, le respondo. Ahora nos toca disfrutar a los dos.

 

Se tumba entonces sobre mí y siento que todo su ser me acaricia. Su boca busca la mía y su pubis seduce mi pene. Su cuerpo vibra sobre el mío y nuestras respiraciones se aceleran.

 

Algo hay que hacer porque estamos rondando el peligro. Me veo pues protegido frente al peligro y dejo que Nancy me guíe a su interior.

 

Me abraso con su calor y gozo la tibieza de su cuerpo. Ella me acaricia y se mueve con una lentitud embriagadora. Son movimientos lentos y absolutamente sentidos.

 

No, no quiero acelerar el movimiento, no quiero que acabe y mantenemos una tensión insostenible, pugnando contra el deseo de ceder al placer. Casi el tiempo se suspende mientras acompasamos nuestros ritmos.

 

Pasa mucho tiempo. Esto no se mide en escalas reales, sino en escalas de sentimiento. Siento de nuevo que vibra y se entrega, que me desea y que la deseo.

 

Al fin explota con gozo, temblando en espasmos que me excitan, que exacerban mis sensaciones, que me hacen desearla más y más.

 

No puede parar ahora. Es demasiado intenso. Es un fuego que se vierte de dentro y que me abrasa completamente. Me fundo en su interior y tiemblo como una hoja.  Nos seguimos moviendo y me abraso más aún. Grito, pierdo el control, siento más aún…

 

Yo no sé el tiempo que pasa hasta que ella me pregunta si he gozado. Menos aún sé lo que dije. Es que realmente me cuesta volver a la realidad y cuando ella me dice que es “un polvo perfecto” yo no puedo ni siquiera responder.

 

Tardo en volver en mí y pienso entonces que hay momentos de perfección absoluta en los que tocamos la gracia de la pureza, del sentimiento del éxtasis.

 

¿Un polvo? ¿Un buen polvo? Pues no, no es eso. He sentido simplemente que durante años he practicado sexo para conseguir un día tener una relación como esta, tan plena y absoluta. Es simplemente sexo perfecto y estoy agradecido de haber vivido este momento.

 

¿Que exagero? Pues vale, pues me da igual lo que otros y otras piensen. Yo excribo este relato para ella, para mí y para preservarlo de la fugacidad.

 

¿SEGUNDAS PARTES?

 

De verdad que dudé en volver a intentarlo, porque hay instantes que no son repetibles, pero pudo más la bestia que el esteta y reiniciamos la lucha de los sexos para gozar de nuevo.

 

Otra vez mi boca la buscó y sentí su latido absoluto, su entrega y su éxtasis. De nuevo entré en su interior, disfrutando como un antiguo misionero o como un lebrel sobre su grupa y derramándome de nuevo.

 

De nuevo sentí su sonrisa y su proximidad tras el placer y bebimos, brindamos y reímos.

 

Con un beso nos despedimos y salí a pasear en la noche. Las calles estaban vacías y nadie, nadie sabía lo que yo acababa de vivir.

 

La ciudad no era gris, ni triste. Barcelona despierta mi sexualidad dormida y se entrega a mí. ¿O es un sueño? Pues bien, no me despierten, por favor se lo digo. Déjenme soñar. 

 

AUSENCIAS

 

Soy un sinvergüenza, un bandarra rondador de mil ventanas, un impenitente explorador de camas ajenas… una mala persona, en suma.

 

Vale, lo admito sin rubor. Ya soy mayorcito.

 

Pero con Nancy sí es cierto que la busqué sin cesar tras nuestro encuentro pasado, que pensé haberla perdido y que me alegré como un chaval cuando me dijeron que volvía a Barcelona.

 

Hablamos como dos buenos amigos y quedamos en vernos en cuanto pudiéramos cuadrar agendas. Pronto fijamos día y hora, con antelación como para las citas importantes, y mantuvimos la tensión del encuentro.

 

Al llegar al pie de su piso, a la hora exacta, me volvió a decir aquello de :

 

-Ven. Te estoy esperando a ti y tengo ganas de verte.

 

Que ya sé que es una tontería y que uno no debería sorprenderse, pero ella es absolutamente considerada y puntual, una auténtica reina.

 

Y si hace meses me quedé de piedra al ver sus ojos, aquí me quedé de pasta de boniato (que es más de temporada de panellets).

 

Conversamos, estamos contentos de volver a vernos, nos contamos nuestra vida y obras, tomamos una copita… Recuperamos la ausencia, en suma.

 

 

JUEGOS DE AGUA

 

El agua nos purifica, nos atempera, nos enfría y nos deja tranquilizados…

 

Pero ¿alguien se lo puede creer? Dios mío, me excito como un mozuelo, acariciamos, besamos, comprobamos que los cuerpos enjabonados deslizan entre sí. Hala, salimos de la ducha que, si nos ponemos al lío, nos clavamos el grifo del agua caliente y no es plan.

 

Nos secamos, colocamos una sábana carmesí sobre la cama y… pasa lo que tenía que pasar.

 

EL SEXO PERFECTO

 

-Ma belle, tu va voir le loup.

-Montre-moi le loup que j’ai peur.

 

Nos besamos de rodillas frente a frente y nos encendemos. Las manos corren sobre el cuerpo buscando algo que aferrar o acariciar.

 

Mi boca busca su pecho y Nancy suspira, porque siente un escalofrío que recorre todo su ser. Entonces se deja caer sobre la espalda y mi boca recorre todo su cuerpo, desde la punta de los pies hasta el hueco de su pelo en la nuca.

 

Cuando me detengo en su vientre, siento su excitación, pero contengo mi deseo de sumergirme en su sexo. Provoco sus ingles, sus muslos y sus caderas. Le hago ansiar mis besos hasta que realmente los desea.

 

Entonces me detengo suavemente es su sexo y degusto el sabor del mar. Tiembla, se retuerce con el primer contacto de mi lengua e interpreto que soy brusco. Pero no, me equivoco, pide más, busca acercarse más aún.

 

Lentamente acaricio, beso, aspiro, siento su lucha y su búsqueda. Y finalmente, llega la liberación absoluta y brutal. Se entrega al placer sin medida y se retuerce con espasmos que tardan en cesar.

 

Estoy quieto; ella también. No puedo tocarla. Su hipersensibilidad me emociona. Entonces apoyo mi cabeza en su muslo y la miro en paz. Después nos abrazamos y siento que va volviendo poco a poco a la realidad.

 

-Ahora te toca a ti-me dice

-No, le respondo. Ahora nos toca disfrutar a los dos.

 

Se tumba entonces sobre mí y siento que todo su ser me acaricia. Su boca busca la mía y su pubis seduce mi pene. Su cuerpo vibra sobre el mío y nuestras respiraciones se aceleran.

 

Algo hay que hacer porque estamos rondando el peligro. Me veo pues protegido frente al peligro y dejo que Nancy me guíe a su interior.

 

Me abraso con su calor y gozo la tibieza de su cuerpo. Ella me acaricia y se mueve con una lentitud embriagadora. Son movimientos lentos y absolutamente sentidos.

 

No, no quiero acelerar el movimiento, no quiero que acabe y mantenemos una tensión insostenible, pugnando contra el deseo de ceder al placer. Casi el tiempo se suspende mientras acompasamos nuestros ritmos.

 

Pasa mucho tiempo. Esto no se mide en escalas reales, sino en escalas de sentimiento. Siento de nuevo que vibra y se entrega, que me desea y que la deseo.

 

Al fin explota con gozo, temblando en espasmos que me excitan, que exacerban mis sensaciones, que me hacen desearla más y más.

 

No puede parar ahora. Es demasiado intenso. Es un fuego que se vierte de dentro y que me abrasa completamente. Me fundo en su interior y tiemblo como una hoja.  Nos seguimos moviendo y me abraso más aún. Grito, pierdo el control, siento más aún…

 

Yo no sé el tiempo que pasa hasta que ella me pregunta si he gozado. Menos aún sé lo que dije. Es que realmente me cuesta volver a la realidad y cuando ella me dice que es “un polvo perfecto” yo no puedo ni siquiera responder.

 

Tardo en volver en mí y pienso entonces que hay momentos de perfección absoluta en los que tocamos la gracia de la pureza, del sentimiento del éxtasis.

 

¿Un polvo? ¿Un buen polvo? Pues no, no es eso. He sentido simplemente que durante años he practicado sexo para conseguir un día tener una relación como esta, tan plena y absoluta. Es simplemente sexo perfecto y estoy agradecido de haber vivido este momento.

 

¿Que exagero? Pues vale, pues me da igual lo que otros y otras piensen. Yo excribo este relato para ella, para mí y para preservarlo de la fugacidad.

 

¿SEGUNDAS PARTES?

 

De verdad que dudé en volver a intentarlo, porque hay instantes que no son repetibles, pero pudo más la bestia que el esteta y reiniciamos la lucha de los sexos para gozar de nuevo.

 

Otra vez mi boca la buscó y sentí su latido absoluto, su entrega y su éxtasis. De nuevo entré en su interior, disfrutando como un antiguo misionero o como un lebrel sobre su grupa y derramándome de nuevo.

 

De nuevo sentí su sonrisa y su proximidad tras el placer y bebimos, brindamos y reímos.

 

Con un beso nos despedimos y salí a pasear en la noche. Las calles estaban vacías y nadie, nadie sabía lo que yo acababa de vivir.

 

La ciudad no era gris, ni triste. Barcelona despierta mi sexualidad dormida y se entrega a mí. ¿O es un sueño? Pues bien, no me despierten, por favor se lo digo. Déjenme soñar.