Autor: Zauberer

Categoria: Escorts Masajistas

Estimados:
Antes de comenzar el relato deseo advertir que esta va a ser una crónica extensa, llena de pequeños detalles de esos que generalmente no se mencionan, y que considero fundamentales a la hora de elegir un servicio.
Advertidos.

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Llamo por teléfono, me atiende la dama, muy educada, formal para combinar con un día de anticipación, agradable.

Llego al edificio Rustique, en la galería, me trae recuerdos de humedad, descuido, desatención, frialdad, y otras características no muy positivas. Es la suma de experiencias allí a lo largo de los años; no sé si el edificio convoca o provoca lo que luego uno vive en cualquiera de los departamentos, en cualquier época, con cualquier inquilina.

El encargado está conversando con un par de secuaces en voz bastante alta. Entra al hall una mujer que brinda servicios en el renglón de acá arriba, el encargado me pregunta adónde voy, respondo, asiente.
El pasillo de arriba tiene el típico olor a humedad, el ruido de un taladro y un par de conversaciones en voz muy alta, cierta suciedad en el piso, un par de puertas de departamentos abiertas. Poca intimidad, poco silencio, poca invitación.
Toco timbre, abre la mujer, en tacos 1,75, físico de vedette (lo digo por el tipo de cuerpo, no por el cuidado obsesivo ni la tonicidad de los músculos), rostro no bello pero suficientemente agradable como para no arruinar la experiencia.

Habitación muy pequeña, de esas en las que la camilla está pegada a la cama, la cama pegada a la mesa, la mesa pegada al mueble y la masajista va esquivando materia para hacerse camino por el cuerpo del paciente.

La música es la que debe ser. Hay demasiada luz que entra por las ventanas. La camilla es pequeña, la sábana no es prístina, la almohada es la del cuello de los aviones, hay un par de cabellos, cortos, en ella, no de ella.

Decido que voy para adelante a pesar de los cabellos, me acuesto. Recorre mi espalda con las manos sin crema ni aceite. Es agradable. Luego la crema.
Los masajes no son lo que considero profesionales. Son una serie de movimientos aprendidos de memoria realizados por una persona que tiene sensibilidad para ejercer la fuerza adecuada. No es simétrica para trabajar, hace cosas del lado derecho que luego no reproduce del lado izquierdo.
Considero que un masaje profesional de verdad empieza por los pies, donde la masajista encuentra el diagnóstico de lo que sucede en el resto del cuerpo. Desde los pies se elige el recorrido de lo demás. En este caso el masaje se dedica exclusivamente a la espalda y a la cola. No se tocan las piernas salvo para pasarles un poco de crema, no se tocan los pies, no se trabajan los brazos. Cuando uno se da vuelta es porque uno lo decidió, y boca arriba ya no hay más masajes porque ya se desbocó el resto del servicio.
No descontractura, no "arregla", no descomprime, solamente relaja, quizás suaviza, ayuda un poco a bajar las revoluciones de la contaminación de la calle.

Luego el sexo. Un bucal (sin) digno, besos en la boca sí, luego a la cama, ella arriba, no estoy seguro si disfruta o si lo actúa.

Hay agua mineral en la mesa con una copa desde el principio, ella ofrece un toallón, uno va a la ducha. El baño es uno de ésos adonde prefiero no ducharme. Me duché igual. El tacho de basura del baño no tiene tapa y dentro se un preservativo usado por otra persona, además de papel higiénico en gran cantidad, usado y tirado allí. Considero que esto está directamente mal. No es que yo crea que antes de mí no hubo nadie para ella en su vida, sino que hay mínimas reglas de higiene y buen gusto que este tipo de profesionales tienen la obligación básica de cuidar y en este lugar no se cuidan.

Me duché muy rápido para irme enseguida. Pregunté cuánto debía, escuché $ 600.-, pagué y me despedí.

Volvería a ir? No.

Ella me pareció bien, pero el entorno la empeora. Creo que, salvo que una diosa del Olimpo atienda exclusivamente en ese edificio, no voy a volver a ir a Rustique. Y si esta mujer se muda, debería haber una justificación muy buena para que decida volver a probar.

Me gusta la oscuridad, me gusta el perfume apenas entro al departamento, me gusta cierto nivel de profesionalismo en el masaje, me gusta la simetría, me gusta la completud de la experiencia, me gusta llegar a la intimidad de a poco, cuando la masajista sabe elevar la temperatura sutilmente, sin abandonar el masaje pero cambiando el tono y la propuesta sin brusquedad, me gusta llegar a la intimidad casi sin darme cuenta, y me gusta sentir que la profesional me llevó a otro lugar y a otro tiempo, y me tiene que traer de vuelta y lo sabe hacer con elegancia, con femineidad, con experiencia y también con humanidad. No me gusta el listo chau.

Considero que Luzía/Samanta, ex-Naciones, es la combinación más adecuada que he encontrado en estos años. Antes y hace muchos años Caro, a quien perdí de vista, en Esmeralda o Suipacha y Viamonte. Una morocha de pelo corto de quien me enamoré cada vez que la visité. Y no fui el único. Jamás la besé, jamás pasamos de un relax manual, y sin embargo era perfecta.

De eso hay muy poco.
De lo que abunda es de lo que casi todos queremos olvidarnos rápido para jamás volver.

Esta experiencia que acabo de relatar boya por alguno de los grises que hay en el medio. Esos grises que si uno se descuida se confunden con el fondo y se pierden en el olvido.

Les deseo todo lo que deseen.


Fuente: http://www.escortsxp.com/foro/escort...-new-post.html