Re: Historias Para No Dormir
Mi primera captura CAROL
Hecha la introducción, paso a relatar mi primera captura. Era una época difícil, no como ahora ya que la sexualidad era aún un tabú en una sociedad en la que no abundaban las chicas de clase media dispuestas a vender su cuerpo. Era necesario enamorarlas para poco a poco direccionarlas hacia la prostitución de nivel. Yo era joven, inexperto en estos menesteres y sin la confianza de quienes me contrataron. Tenía que ir a lo práctico y no podía permitirme fracasar ya que si así fuera me quedaba sin el trabajo. Hoy no os imagináis cuanto daría por haber sido así, pero en aquel entonces, con un trabajo precario y mal sueldo no era capaz de ver el alcance de aquello que para mí era una oportunidad de gozar de un buen nivel de vida. Me entregaron a cuenta cien mil pesetas para que fuera a un estilista, me comprara ropa para asemejarme a un ejecutivo de éxito y una dirección de un bar musical cercano al Hotel Hilton. No tener coche, la forma más sencilla de aparentar ser un gentleman era reservar una habitación en un buen Hotel y llevar allí a la captura sin levantar sospechas.
Con mi nuevo look. Quien diría que solo hacía unas semanas era un vulgar administrativo en una empresa textil, me dirigí al bar que me indicaron. La noche acababa de empezar y el espectáculo que allí se vivía mostraba fehacientemente que quienes me dieron esa dirección conocían ese mundo profundamente. La barra y las mesas ocupadas mayoritariamente por señores de mediana y avanzada edad, bien vestidos, con apariencia de tener un gran poder adquisitivo y con las miradas fijadas en una docena de chiquitas jovencísimas, muchas con la pinta de ser estudiantes universitarias y la mayoría con aires de niñas pijas de trampa. El procedimiento, según me habían explicado era observar las chicas y cuando alguna de las que allí lucían su palmito, podías considerar que era una posible pieza interesante, establecer contacto con ella y aparentar que eras un pudiente más, solitario y aburrido que se hospedaba en el Hotel cercano y salía a pasar el rato y encontrar una compañía agradable para pasar la noche. Para quienes esa fuera su finalidad, tenían donde elegir y su mayor labor era pactar el regalito para gozar de una grata compañía de su gusto. Mi trabajo era mucho más complejo, debía buscar una chica sumamente bella, sin apariencia de pendón y sobretodo, lo más difícil avariciosa y débil mentalmente. ¿Os imagináis lo complejo que resulta ser psicólogo para a simple vista descubrir la personalidad de una persona?
Allí estaba ella, Montsita, una chica veinteañera estudiante de Arquitectura. Procedente de la Cataluña central, había bajado a la ciudad para estudiar y vivía en un piso de estudiantes y más amante de la buena vida que de los estudios, buscaba de tanto en tanto la compañía bien remunerada de un caballero para pasarse sus caprichillos y deleitar a sus amigos con invitaciones a buenos Restaurantes. Por eso la llamaban la Marquesa ya que en tanto sus amigos casi padecían inanición y vestían en plan progre ya que la vaca no les daba para más, ella iba siempre impecablemente vestida, con sus vaqueros de marca, sus zapatos de Jorge Juan y sus blusitas de Simorra.
Decidí ir a por ella, su indumentaria era un primer signo de que necesitaría dinero rápido y de forma constante ya que tanto como ganara, le faltaría tiempo en ponérselo encima. Por otra parte su mirada y su forma de moverse, entre tímida y frágil denotaba que era víctima de una gran inseguridad, cosa que evidentemente la hacía sumamente vulnerable y una presa fácil y le daba una apariencia angelical que le asegurarían el éxito en su futura profesión ya que inspiraría ternura y una vez correctamente adiestrada, que viejo pudiente se podría resistir a un angelito que resultara una golfa en la cama. Por lo demás su físico era impresionante, chica de 1,70 de altura, morena con los ojos castaños, unas largas piernas con unas formas finas, no exuberantes pero que hacía que tus ojos se fueran a sus caderas y a su culito.
Me dirigí hacia donde estaba ella, le sonreí, ella me devolvió el saludo con un gesto entre tímido e insinuante. Empecé a entablar conversación, lógicamente intrascendente, explicando que era un auditor de una gran empresa con sede en Madrid y que había venido unos días a Barcelona para revisar los procesos de nuestra sucursal barcelonesa. Queme hospedaba en el Hotel y que como me encontraba solo ya que mi trabajo de era del agrado de los compañeros a los que iba a auditar, nadie había querido salir conmigo de copas. Tomamos tres San Francisco cada uno y charlamos durante un par de horas, yo intentando seducirla y a la vez descubrir si realmente sería capaz de despertar en ella suficiente interés como para hacerme su amigo o su novio, o alguien a quien ella pudiera ver con tanta confianza como para seguir mis consejos sin ser capaz de pensar hacia donde la dirigían. Con mi nula experiencia, deduje que me resultaría sumamente fácil hacerle creer que a pesar de las circunstancias en que nos habíamos conocido, yo me habría enamorado de ella y así, siendo un novio liberal, sin celos, pasarla a otros componentes de la organización para que probaran su valía. Me la llevé al Hotel por diez mil pesetas la noche, tal vez me la habría llevado igual sin pagar nada solo por la curiosidad al parecer insatisfecha hasta ese momento, de conocer una habitación de cinco estrellas.
Lo que pasó en la habitación no creo necesario relatarlo detalladamente, lo dejo a la imaginación del lector, pero sí que por los servicios que debería realizar en la Agencia y el nivel donde se hallaba, vi que muchas lecciones debería yo de darle para alcanzarlo. Nunca había hecho un francés, el griego no sabía lo que significaba y cuando se lo expliqué puso cara de no saber que también entraba por detrás. Conmigo se comportó como una novia enamorada pero no como una puta que es en lo que debería convertirla. Hasta ese momento no entendí porque iba a percibir más de medio millón por cada captura. Sería un trabajo arduo convencerla de que su vida cambiaría a bien dedicándose a ser proveedora sexual y encima enseñarle lo que debería aprender y realizar de memoria y con cara de gozar como nunca con cada uno de sus futuros clientes. Así que decidí que debía convertirme en su novio, enamorarla y ganar tanto su confianza como para que lo que para ella hasta entonces era un pasatiempo, se convirtiera en el centro de toda su vida. Que viviera por y para la prostitución sin saber como había llegado hasta allí. Que aprendiera a hacer un buen francés y a ofrecer su dulce culito como una cueva en la que colmar los deseos de quien pudiera pagarlos.
CONTINUARA
Re: Historias Para No Dormir
Interesante relato, de verdad, esperaremos tu segunda parte, seguro que es tan interesante como estas.
un abrazo
gurugú