Jesica - Cronica de un putero triste

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1 12/2011
Andros
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por Andros
Barcelona

Local Agencia o Club8
Duración43 minutos
Precio110
PechoNatural
FumadoraNo lo sé
BesosNo besa
FrancésCon
GriegoNo

¡La Vie en Rose, precioso localcon un glamour entre Star Trek y una clínica dental!

 

Tras un bonito pase de modelos, retuve de la mano a la niña más linda. Nada le tengo que reprochar; fue dulce y amable durante todo el encuentro.

 

Y, sin embargo, no pude evitar sentirme triste, un triste putero que abrazaba un cuerpo juvenil al que no había sabido seducir.

 

-Ja veuràs quines noies mes maques! - me dice Laura, muy segura de sí misma.

Me encierra en el bar y entran una, dos, tres, veinte niñas preciosas hasta que la cabeza me da vueltas. Muak-muak, ¿cómo te llamas?, adiós guapa, mirada la retaguardia, lucha contra el olvido… Pasan así Carmen, Lara, Michelle, Vega… y muuuchas más mujeres espléndidas.

 

-Vale, nene, ¿cuál?- me lanza Laura y yo pienso en un baile de culos, tangas, bocas, tetas, nombres que no recuerdo.

-Mira, todas son muy guapas, pero eso me importa menos que el hecho de que sea cariñosa, me bese, me quiera un poquito y me devore entero, disfrutando los dos con ello.

 

Laura sale para preguntar quién besa y quién hace “français décapoté”.  Al cabo de un ratito  cinco o seis preciosas señoritas se presentan delante de mí.

 

-¿Y ahora? –me pregunta Laura.

-Pueeeess, ¿la de negro pequeñita?

-Muy bien, ¿Michelle?

Y hace entrar a Michelle, le digo que no era esta, sino otra de negro.

-¿Te refieres a Jessica?

-Puede ser, puede ser.

Y, con Jessica delante, violento por la situación,  pregunto si es una niña de pasión.

-Buuuuf, ya verás.

 

Descolocado

 

Marcho de la manita de Jessica, preciosa niña del  valle del Cauca en Colombia, que me lleva a la habitación 6 y se marcha, pidiéndome que me ponga cómodo. Al instante regresa con sábanas y sin dudas, cambiándome a la habitación 7. Me propone ir a la ducha mientras ella prepara la cama.

 

El agua sale fría al principio, yo estoy frío y ella también. Cuando el agua ya está caliente, me lavo con cuidado y le propongo que se reúna conmigo. Le tiendo  la mano y acepta con temor a mojarse el pelo, así que intento no mojarle la cabeza bajo ningún concepto.

 

Me lava el pene, ella se pasa un agüita. Todo esto es muy higiénico, pero no muy estimulante. Algún piquito cae en su boca durante el corto interludio acuático.  Yo no entiendo mucho lo que ocurre.

 

¿Al lío?

Sobre la cama, veo que tiene un cuerpo precioso. Intento unir nuestras bocas pero sus labios son fugaces, beso su pecho pero tiene cosquillas.

 

Tendida de frente, mi boca busca su vientre, sus muslos y su sexo fresco. Ocurre que todo el aspecto mecánico (los besos sin calor, el ritual para una excitación inexistente) se me hacen dolorosamente presentes.

 

Cuando le pregunto, ella insiste en que le gusta y disfruta, pero yo la siento lejana. Es sumisa y dócil, se deja hacer de buen grado, pero no puedo evitar sentir toda la falsedad de una relación tarifada.

 

Quizás se excita algo con mis cuidados. No sabría decirlo. Intento besar otra vez su boca y ella sutilmente me esquiva.

-Túmbate, me dice. Ahora voy a por ti.

Me dejo hacer. Se supone que mi media erección necesita cuidados y el primer cuidado que recibe es un plastificado rojo.

Ella se abalanza entonces sobre mí y su boca engulle el caramelo enfundado.

Es una niña preciosa, me está devorando y me excito con la visión, clavando mis ojos en los suyos.

No siento nada, nada, excepto la superioridad avergonzada del putero que ha pagado por un servicio que está recibiendo.

 

Con los ojos fijos  en los suyos, la atraigo para que sus labios me besen, pero no es el día. Entonces la pongo sobre mí para que cabalgue y percibo que sus movimientos son mecánicos, que cambia de posición para hacerme un "servicio más completo".

 

Pero en mí la metamorfosis es total. Ya he perdido la esperanza del sexo compartido. Quiero descargar. Soy un triste putero con una niña preciosa que se entrega.

 

Quiero que haya más contacto, que la excitación (ya que no el sentimiento) crezcan. La hago entonces tumbarse sobre mí, aferro sus caderas y guío sus movimientos para alcanzar un placer egoísta y frío.

 

Nos separamos y me pregunta si estoy mejor, yo sonrío diciendo “claro, claro”. Ella se da una ducha, mientras yo doy un sorbo a mi bebida.

 

Pronto regresa envuelta en una toalla y se sienta en el borde de la cama.

-¿Cuánto tiempo llevaremos ya?-pregunta.

- No te preocupes, falta tiempo y ya nos avisarán.

 

Ahora está más fresca, más apetecible aún y se deja hacer. De nuevo intento que mi boca la excite, de nuevo siente cosquillas.

 

Se repite el ritual desangelado del segundo servicio permitido. Tras dos pasadas leves con la mano, un preservativo (que me queda grande por la pobre turgencia de mi pene) me disfraza de caperucito rojo.

 

Vuelve su boca a intentar revivir el caramelo enfundado, vuelvo a fijar mis ojos fríos en los suyos.

 

Le doy la vuelta, me muestra su grupa y la penetro por detrás. Quiero llegar al orgasmo, me concentro, ella es preciosa, tiene un cuerpo excitante, entro en mi propio juego y exploto.

 

Me limpio, ella se ducha de nuevo, cantando bajo la lluvia. Ella ordena la habitación, yo me limpio en la ducha.

 

Le pregunto qué ha pensado de este encuentro. Me dice que le ha gustado.

 

Quedan  unos minutos, pero  todo ha terminado. La luz se enciende con toda su crudeza y nos ilumina con una claridad sin piedad. No, no nos encontramos guapos.

 

Nos damos un casto beso en la mejilla que señala la despedida y nos separamos.

 

 Laura, la encargada, me pregunta y le digo que estoy demasiado mal acostumbrado, que quizás hoy he bajado a la realidad, pero que esta realidad no me gusta.

 

Mañana será otro día

Salgo a la calle y ya es de noche. He recibido un par de mensajes, que han activado el recuerdo de encuentros absolutos y plenos.

Dejémoslo correr por hoy; mañana será otro día.