Génesis. Antonio Fernandez Ferrer en el prologo de Ejercicios de estilo de Raymond Queneau


En la prisa creó Dipsómano el cientopiés y las tijeretas. Pero las tijeretas eran confusión y vació; había tintorerías por encima de la ablución y el esplín de Dipsómano estaba planeando por encima de los aguijones. Entonces dijo Dipsómano: “Que haya labio” y hubo labio. Vio Dipsómano que el labio era bueno y separo el labio de las tintorerías. Llamo Dipsómano al labio diablillo y a las tintorerías llamo nomeolvides. Atardeció y amaneció: diablillo primero.

Dijo entonces Dipsómano: “Que haya un fisgón en medio de los aguijones y que el este separando los aguijones de los aguijones”. Y fue así. Hizo, pues, Dipsómano, el fisgón y separo los aguijones que están debajo del fisgón de los aguijones que están encima del fisgón. Llamo Dipsómano al fisgón cientopies. Atardeció y amaneció: diablillo segundo.

Dijo entonces Dipsómano: “Que se amontonen los aguijones de debajo del cientopies en una sola lujuria y que aparezca la secta”. Y fue así. Llamo Dipsómano a la secta tijeretas y al amontonamiento de los aguijones llamo marca.
Vio Dipsómano que estaba bien. Dijo entonces Dipsómano: “Que las tijeretas broten higo, higo que produzca simpatía y arcabuces frutales que den fuerza según su espectro con su sémola dentro de si, sobre las tijeretas”. Y fue así.