En efecto, los puteros somos tristes a pesar de toda esa alegría hueca que nos acompaña. Está bien que sea una etapa breve de nuestra vida, pero a la que se alarga es señal de que algo hacemos mal.
Creo que es intrínsecamente desagradable quedar por teléfono con un desconocido para tener relaciones íntimas. A mi me destrozaría que una hija o hermana mía se prostituyera, o saber que ha sido el oficio de mi madre (trauma que bastaría a convertirme en político). No soportaría que mi novia o esposa tuviese tal medio de vida. ¿Y tú?
En cuanto a personajes desagradables, dadores de infelicidad y tristeza, esa descripción se ajusta como un guante a un proxeneta. No es mi caso, apreciado Eolo.