No soy un guaperas pero de joven tenía bastante labia.

Esto son dos experiencias que he vivido en primera persona y que podrían haber acabado mejor de como lo hicieron.

La primera de ellas fue con 15 años, teníamos una profe de inglés en el instituto, muy joven de unos 25. Toda la clase le tomaba el pelo hasta el punto de un día irse llorando a mitad de clase.

Nunca he podido ver llorar a una mujer así que salí de clase y me disculpe en nombre de mis compañeros, estuvimos charlando un rato mientras se tranquilizaba. La acompañe a su coche y me invitó a subir, me llevo a su casa con la excusa de invitarme a un refresco por haberla acompañado. Una vez allá me dio el beso con lengua más delicioso que me han dado nunca, me paralice entero. Ella siguió con sus maniobras de aproximación hasta que sus manos llevaron a mi entrepierna. Por aquella época era aún virgen, y lo continué siendo porque salí corriendo de ese piso. El resto del curso paso con una tensión sexual no resuelta brutal. Por fortuna al año siguiente la cambiaron por una señora con cara de besugo que tranquilizaron mucho mis instintos.

Con 23 años ingresaron a mi padre en el hospital por un posible infarto. Los tres primeros días por horarios no coincidí con el cardiólogo, al cuarto día se presentó “el cardiólogo”, una chica más o menos de mi edad que hacía las prácticas de cardiología, siempre intento ser amable y simpático por lo que entablar conversación con ella no me costó demasiado. Joven con gafitas de pasta, bastante guapa, suficiente para tener con esas edades erecciones difícilmente disimulables. En un cambio de habitación a otra planta cojimos el ascensor, suelen ser amplios pero con la cama del paciente el espacio mengua. Casi sin querer ella rozó su culo en mi polla, y lejos de rectificar me dio un agradable masaje, al llegar al piso con la excusa de unos informes me llevo a lo que parecía un cuarto de limpieza. Así descubrí el morbo de hacer sexo oral en sitio público aunque debió de salirme mal por que no volví a verla...

La verdad es que mi timidez ante situaciones sexuales me ha jugado algunas malas pasadas.

Si hablamos de morbo, nada como el polvo con la novia en casa de sus padres, y estos durmiendo en la habitación de al lado.