Noche húmeda alicantina

Noche húmeda alicantina, un hotel no muy lejano a la costa, la noche envolvía todo salvo la entrada del hotel, a través del móvil recibía indicaciones del lugar. Entré apretándome tanto la gabardina marrón que llevaba puesta y que apenas llegaba a cubrir la faldita roja de colegiala, que marcaba todas las curvas de mi figura, pero hacía frío y estaba en parte nerviosa y en parte emocionada. Llevaba toda la semana pensando en ese encuentro pactado y tenía la firme convicción de no echarme atrás en ningún momento, por nada del mundo.
Los primeros pasos por el hotel fueron decididos, apenas miré a la recepción e hice aquello que me habían indicado, ir a hacia la izquierda y entrar en el primer ascensor que encontrara. Así lo hice.
La habitación estaba casi al final del pasillo, un angosto pasillo, tanto como en ese momento lo era mi coño, apretadito y estrecho.
El pasillo cada vez parecía más largo y más estrecho, pero voy observando a mi derecha los números de habitación y cómo ya sólo me queda uno para llegar. El siguiente número es el mío. Casi no me doy tiempo a pensar, simplemente llamo, estoy deseando saber cómo será esa persona.
Me abre la puerta un señor que no sé la edad que tendrá pero desde luego casi podría ser mi padre.
Me gusta. Y me alegro de ello.
Viste informal, después de todo está en su habitación. Le pido ir al baño. Tengo la garganta seca, apenas pude hablar para saludarle y necesito beber agua.
Una vez restablecida sigo teniendo mucho frío, no porque esté nerviosa sino porque la noche alicantina es muy húmeda y fresca... al fin y al cabo el tiempo en alicante no se diferencia mucho de sus habitantes, por el día caliente y agradable, por la noche muy húmeda y fresca.
Salgo del baño y él me recibe con simpatía, lo cual agradezco mucho. Me hace sentarme a su lado en el borde de la cama y me coge las manos entre las suyas para calentarlas, algo que también agradezco. Comenzamos a hablar y de pronto nos besamos, estábamos deseándolo, probar nuestros labios, los suyos son tan suaves como los míos, su lengua se mueve también con suavidad pero con urgencia, igual que la mía.
No sé el tiempo que estuvimos besándonos, sólo besándonos, pero ambos entramos en calor, aunque él ya estaba caliente.
Sus manos ya habían empezado hacía mucho a tocar todo mi cuerpo y las mías también.
También habíamos empezado a revolcarnos sobre la enorme cama tan limpia y con esas sábanas tan suaves y blancas y que ahora ya estaban arrugadas bajo su cuerpo mientras yo me situaba sobre él manteniéndolo prisionero entre mis piernas mientras él me quitaba el sujetador con total desesperación.
Comencé a moverme sobre él, aunque todavía no tocábamos nuestra piel desnuda en esa parte de nuestros cuerpos y él no podía ver lo que sucedía puesto que todavía llevaba puesta esa faldita roja.
Decido volver a inclinarme sobre él y besarle mientras sigo moviéndome, pero de pronto me aparto y bajo de la cama para quitarme las braguitas, sólo las braguitas, sigo conservando mi faldita roja.
Entonces vuelvo a la misma postura de antes, sobre él sentada y apoyada sobre mis rodillas vuelvo a besarle y a rozar mi sexo contra todavía su pantalón, que noto bastante apretado ya.
Noto también su entusiasmo y decido una vez más tomar la iniciativa y desprender su cuerpo de esos vaqueros tan incómodos e inútiles en ese momento.
Me muero cada vez que rozo mi sexo bajo mi faldita roja con su miembro ahora sólo cubierto por su ropa interior y ya no podemos más, se lo quito todo y empiezo a bajar mientras me deslizo rozando a mi vez los pezones contra su torso y cuando llego a donde quiero llegar me entretengo enlazando mi lengua en su miembro a punto de estallar.
No recuerdo cómo vuelvo a estar sentada sobre él y siento cómo su miembro empieza a introducirse lentamente, muy lentamente en mi coñito tan húmedo que hasta me sorprende. Lentamente, suavemente siento cómo se agranda y acoge su miembro con esa sensación maravillosa de cuando lo haces con alguien por primera vez, esa sensación de conocer algo, a alguien por primera vez. Ese cosquilleo interior al sentir su sexo dentro del tuyo, ese momento tan especial. Ese deseo satisfecho pero que pide cada vez más.
Esa sensación placentera y exquisita de sentirse hinchada por dentro cada vez que te embiste y te llena apretándote tan gloriosamente. Sacándote el aire a fuerza del puro movimiento en tu interior.
En ese momento le pido que me ponga a cuatro patas, y por cierto él ya me había quitado la faldita roja.
A cuatro patas siento su polla entrar hasta el fondo y apenas puedo controlar la fuerza de mis piernas.
Vuelvo a estar encima, luego él está detrás de nuevo pero de pie, después vuelvo a tenerla en la boca y otra vez encima de él, ya no puede soportarlo más.
Volvemos a la carga enseguida y así estamos tanto tiempo que al final no sé ni la hora que es, pero ambos decidimos mirar el reloj y descubrimos que han pasado ya las tres horas.
Le pregunto si he sido profesional, si lo he hecho bien, me responde con una gran sonrisa algo que no olvidaré y que me encantó, “mucho más que bien”.