Tema: Manos de oro

Apenas escribo en el foro, salvo cuando me encuentro con una experiencia que me llama la atención, ya sea para bien o para mal, y hoy toca para mal.

Habiendo leído que había nuevo personal en Manos de Oro, he decidido ponerme el traje de explorador e ir a probar. Hacía mucho tiempo que no iba por allí ya que es un lugar donde he tenido buenas y no tan buenas experiencias, pero lo bueno excedía lo malo y, de vez en cuando, me dejaba caer cuando la necesidad apretaba.

He pedido cita telefónicamente y, como era pronto, me han dicho que podía pasar en ese mismo momento, así que como estaba a 5 minutos andando, he ido para allá. El registro de la llamada es de las 9:35, habré llegado a las 9:40.

Me atiende Eva. Ciertamente, es nueva, nunca antes la había visto -al menos que yo recuerde-, luego me he dado cuenta que debe de ser la jefa porque cada vez que la puerta se abría y entraba un cliente, a voces pedía a alguna compañera que saliese a atender, ha estado pendiente de todo lo que respecta al negocio todo el rato que he estado con ella. De todo, menos del cliente que tenía entre manos, todo hay que decirlo.

Me ofrece la ducha de rigor, le comento que hace tiempo que no les visito y se afana en hacerme saber que todas las chicas son nuevas y que no queda ninguna de las de antes. Me pregunta si quiero masaje flojo, medio o fuerte, pactamos una hora y al lío.

La verdad es que el masaje de espalda auguraba una muy buena sesión: dedicada y con interés, bien hecho. Vamos bien. Pero al llegar a las piernas ha empezado el festival: movimientos repetitivos a una mano a veces incluso molestos mientras miraba el móvil, ha salido un par de veces porque entraba gente, ha atendido una llamada telefónica de un compatriota, pero como vas caliente como un burro te la sopla bastante. Sólo esperaba que volviera y siguiera con el masaje.

Vuelve, me dice que me dé la vuelta y pregunta de rigor "Quiere ahí? Qué quiere?" Ninguna queja, la verdad es que un trabajo hecho con arte y dedicación, un servidor ha quedado boquiabierto de la habilidad que Doña Eva tiene en esos menesteres. Una crack.

Sin embargo, nada más acabar, se mete en la ducha, sale un par de veces más al pasillo y cuando regresa por segunda vez enciende la luz de la habitación y da el masaje por terminado. Me quedo un poco asombrado porque se me ha hecho muy corto -a veces ocurre cuando lo estás pasando bien- pero es que realmente se me ha hecho muy corto. Miro el reloj y me doy cuenta que son las 10:25, es decir, que si he entrado a las 9:40 he estado 45 minutos dentro, y si a eso le restamos entradas y salidas y llamadas telefónicas, pues la historia habrá durado 30 minutos, sin más.

Ciertamente, para el masaje que me estaba dando -insisito, exceptuando el de la espalda que ha sido bueno, el resto ha sido repetitivo y a una mano mientras no quitaba los ojos de la pantalla- ni tan mal haberme ahorrado 15 minutos de semejante tortura asiática, pero los he tenido que pagar, y eso sí que me jode.

En estos momentos pienso que no volveré a poner nunca más los pies ahí. Luego, de aquí a un año, la calentura me puede y acabo yendo, pero que sepáis lo que hay.

Mal empieza la nueva dirección.