Su rasgo más característico es el sin. Sin ataduras,
sin compromiso, sin obligaciones. Sin
presiones, sin responsabilidades, sin tener que
dar explicaciones. Las amistades con derecho a
roce, esas relaciones entre amigos en las que de
vez en cuando se practica sexo sin llegar a ser
pareja formal, aparentemente tienen muchas
ventajas si se compara con la pareja estable. Se
puede empezar y acabar en cualquier momento.
No se requiere demasiado esfuerzo o sacrificio.
Deja tiempo para seguir haciendo la propia
vida. No hay lugar para los celos. Tampoco
hay que preocuparse de recordar aniversarios,
cumpleaños y fechas señaladas. La ausencia de
pasión emocional, de alguna manera, da seguridad,
tranquiliza. Con esta opción, sostienen
sus defensores, se huye de la monotonía, del
aburrimiento y se vive con ligereza el presente,
con momentos muy placenteros.
A menudo hay un acuerdo previo entre las dos
partes. A veces, no. Se suele empezar como una
broma, y entre un juego y otro, de repente, los
amigos acaban en la cama. El resultado, en todo
caso, no cambia: los encuentros pueden repetirse
ocasionalmente, sin previo aviso, de forma espontánea.
Bárbara, 22 años, estudiante universitaria,
cuenta: “Ahora estoy frecuentando a un
viejo amigo de bachillerato. Nos enrollamos una
noche en una discoteca y ahora nos vemos los fines
de semana”. En su opinión, “la gran ventaja
es que no tengo que enviarle SMS a todas horas,
decirle qué es lo que hago o con quién salgo. Yo
quiero una relación así, de amigos especiales.
No tengo ganas de complicarme la vida. Y si un
día alguno de nosotros conoce a otra persona,
ya veremos tranquilamente lo que pasa”.
Práctica habitual entre los más jóvenes, ahora esta
forma de relacionarse también se ha extendido
entre los adultos. La difusión de las tecnologías
ha permitido desarrollar nuevas plataformas de
comunicación entre particulares, más intimas y
discretas, que han impulsado este tipo de contactos.
Desde el móvil, el messenger, internet o
Skype, es fácil hacer amigos. Y, por qué no, dar el
paso siguiente. En Estados Unidos se calcula que
el 32% de la población de más de 13 años ha vivido
este tipo de experiencia. En España, las amistades
especiales también están en auge. Basta con
navegar en internet
para encontrar una
página de anuncios
con ofertas como ésta:
“Estoy en la treintena.
Busco una mujer para
una buena amistad que
nos permita encuentros
ocasionales con
quien hablar de todo,
compartir complicidad
e intimidad y disfrutar
de buen sexo. Sin compromisos y sin promesas”.
Sin embargo, un reciente estudio llevado a cabo
por dos investigadores norteamericanos entre
estudiantes de la Universidad de Michigan
desvela que no estamos ante la panacea. Esta
relación también trae problemas. Es frágil, muy
frágil. En siete de cada diez casos, la amistad se
transforma en otra cosa. Y en uno de cada tres,
la ruptura es definitiva. Melissa Bisson, una de
las autoras del estudio, explica a Es que el derecho
a roce “puede causar estrés o estropear la
amistad. Mi consejo es que la gente tendría que
tener mucho cuidado y pensárselo bien antes
de embarcarse en una relación así”.
Una de las paradojas es que en estas amistades
con intimidad sexual se quiebra uno de los
factores claves de la unión: la sinceridad y la
confianza. Aquellos amigos que antes se contaban
todo, cuando empiezan a tener sexo, pasan a
tener un argumento tabú en sus conversaciones:
la relación en sí misma. La armonía se rompe. “Se
cierran las arterias emocionales que regulan las
relaciones de amistad”, sostiene Tim Levine, otro
de los autores del informe. A partir de ahí, puede
pasar de todo. “Este malestar repercute también
en otras relaciones interpersonales y en algunos
casos puede llevar a una peligrosa tendencia al
aislamiento”, indican los autores. Lamentablemente,
no hay válvula de escape. Volver al estatu
quo de antes se hace muy difícil. “Tenemos que
saber que si nos lanzamos a esta aventura, asumimos
unos riesgos”, dice Paulino Castells, psiquiatra
y pediatra autor de En pareja: los secretos del
amor y del desamor o Separarse bien. “Hay unos
límites en la amistad, y si se traspasan se cae en
otro nivel. El otro ya no es un simpe amigo. Se
convierte en un amante: ¡son sentimientos muy
distintos!”, dice. En su opinión, este cambio es
definitivo. “Los dos amigos pasan a una nueva
dimensión. No pueden volver a lo que eran. No
hay vuelta atrás”, sostiene.
Una vez que el juego está en marcha, los malentendidos
se suceden. Por ejemplo, como no hay
compromiso, los amigos se acuestan juntos y
creen que no se llega a sufrir. Craso error. Pese a
las supuestas ventajas que ofrece esta relación,
sí se puede acabar pasándolo mal si el pacto
inicial se rompe de forma unilateral. “Ocurre
a menudo que uno de los dos necesita siempre
más del otro. Cuando pasa esto, o bien se hacen
novios o bien se destruye la amistad”, concluye
el estudio. Giada, abogado, 30 años, ha quemado
muchas relaciones por el camino. “¿Que si he
tenido yo amistades con derecho a roce? No te
imaginas cuántas. Pero este tipo de relaciones
no funciona. Siempre termina desequilibrándose
por una de las partes y yo he acabado por no
tener pareja estable”. El sociólogo y doctor en
neurociencias Xavier Altarriba explica que “una
cosa es lo que se pacta y otra cosa es lo que se
asume de verdad. El riesgo es que con la excusa
de ser liberales y modernos, uno acabe ejerciendo
una influencia sobre el otro y se aproveche de
sus sentimientos”, advierte.
Ahora bien, puede ocurrir que los dos amigos
acaben formando una verdadera pareja. La
amistad fue el paso previo al amor. Es el final
30,7
Mantienen la relación
de amistad con derecho
a roce en el tiempo
38,7
Permanecen como
amigos pero al final
dejan de tener sexo
10,8
Se convierten en pareja
estable
28
Rompen y dejan de
tener cualquier tipo de
relación con el amigo
14
Meses es el promedio de
tiempo que transcurre
antes de que los amigos
decidan ser algo más
6
Meses es la duración
en promedio de este tipo
de relación
œ
% % % %
Fuente: Negotiating a Friends with Benefits Relationship, Archives of Sexual Behaviour