Lo mejor del caso es que en sus delirios, está arrastrando a otros hombres y nombres ilustres del club que en principio deberían tener más criterio, como Butragueño, que le está dando la razón.

En la prensa madridista, algunos ya se están empezando a cansar de tanta tontería y tanto lloriqueo. Le siguen apoyando, de hecho, cuenta con un apoyo que nunca tuvo Pellegrini ("líderes a pesar de Pellegrini", llegaron a titular en grandes letras), pero algunos empiezan a estar hartos. Por ejemplo, Santiago Segurola hoy ha escrito esto (ya sé que no es el arquetipo de periodista fanático, pero es el director adjunto del Marca, aunque con escaso ascendente sobre la línea editorial del periódico):

No me parece que el problema del Madrid con respecto al Barça sea de calendario. En ese sentido, la excusa de Mourinho no sólo me pareció pobre, sino falsa y dañina para sus propios intereses. El Madrid jugó el martes frente al Lyon. El miércoles, el Inter y el Bayern reeditaron la final de la Copa de Europa en San Siro. Casi nada al aparato. Pues bien, el Bayern jugó el sábado frente al Borussia de Dortmund, un partido en el que le iba la vida. El Borussia, eliminado de las competiciones europeas, había tenido una semana de descanso. Nadie en el Bayern dijo nada. Los grandes clubes siempre están sometidos a más exigencias. Es lo que les hace grandes de verdad. Las afrontan y siguen adelante. El discurso de Mourinho es malísimo para él porque da la idea de un hombre inseguro, siempre pendiente de lo que les ocurre a los demás, siempre buscando razones para quejarse, como los adolescentes inmaduros y consentidos.